Cuántas veces hemos fallado con una actitud que quizás sin darnos cuenta, ha herido los sentimientos de alguien cercano, y dejamos pasar el tiempo guardando en nuestro corazón eso que no nos permite avanzar.
Si entendiéramos el maravilloso poder que tiene el pedir perdón o perdonar. Es como un manantial de agua fresca, que se derrama en ese instante sobre ti, limpiando tu alma y tus pensamientos.
Lo que sucede, es que en ocasiones nos dejamos llevar por el orgullo o por no querer demostrar debilidad, y no es así; todo lo contrario, cuando pedimos perdón somos valientes, porque logramos romper con toda energía negativa que puede producir el no hablar las cosas.
De modo que, si tienes pendiente estar en paz con alguien por algo que tienes ahí en tu corazón, y que te inquieta, no dejes pasar más tiempo e intenta ser tú quien de el primer paso. Pero ante todo, no olvides pedir perdón primeramente a Dios, para que Él te guíe en todo el proceso.
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Alicia Triviño
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